sábado, 24 de octubre de 2009

El tiempo...

Si fumar no fuese TAN malo, y yo no lo hubiera dejado el día que supe que tenía cáncer...ahora me fumaría un cigarrillo.

Pero no porque extrañe fumar...porque lo dejé a consciencia y por mi salud, sino porque tengo en la cabeza la imagen de la reflexión. Y no sé porque, la reflexión me la imagino así, fumando.

Hoy es un sábado entre gris y soleado. Y yo estoy triste porque mi hermana...que me ha acompañado este último tramo de la escalada al Everest (metáfora de las etapas del cáncer por las que voy pasando), ya se ha vuelto a Argentina.

Ese es su lugar y yo estoy contenta por ella, pero me falta.

Me he reído mucho con ella, he vuelto a ser niña a su lado por ejemplo cuando me obligaba en el hospital a tomarme ese caldo asqueroso que me dieron, o cuando yo no quería hacer algo y ella me convencía, con amor y con paciencia.

La he bautizado mi hermana-madre, porque eso es para mi. Tal vez porque mi madre está muy mayor y mi enfermedad la ha superado, entonces mi hermana ha ocupado ese lugar.

Creo que ciertos pensamientos de la sabia mente de mi madre de 79 años, se han escondido en algún lugar recóndito, para NO sentir el dolor que le produce que su hija menor, tenga cáncer.

Mi pobre mami, se olvida ya de muchas cosas, y cuando hablo con ella a veces, es como si olvidara que estoy enferma.

Que bueno para ella! Con tal que no se sienta mal por mi...yo acepto ese olvido, como parte de las trampas del cerebro.

Pero hoy es un día de reflexión.

Hace mucho que no escribo, no tenía muchas ganas, es raro lo que pasa cuando uno pasa etapas en esta enfermedad.

Cuando estaba en quimio, sabía que tenía que aguantar para llegar a la última.

Cuando llegué a la última...lloré mucho incluso más que durante el tratamiento. Es como si me hubiera armado de fortaleza, valor, y empuje para llegar hasta el 8º ciclo.

Y cuando por fin lo terminé (el 1 de septiembre) me desinflé y dejé de ser fuerte.

Lloré durante mucho tiempo y cambiaron las prioridades y las emociones. Apareció en mi el miedo. El primero...miedo a la cirugía.

Unos días antes de la operación, transité una etapa extraña que por suerte acompañó mi psicóloga del AECC.

Ella me repetía... "es normal que te sientas así, has cumplido un objetivo, ahora tienes otro".

Y la operación era otro objetivo diferente a la quimio. Me surgió el miedo a la muerte, miedo a no despertarme de la anestesia, miedo a que algo malo pudiera pasar, miedo...

La operación pasó, todo fue bien, me quitaron el tumor, me quitaron dos ganglios centinelas, uno dio negativo y el otro dudoso. Y vuelta a cambiar los objetivos.

Ahora el prioritario era, que el resultado de los ganglios fuera NEGATIVOS.

Al final, entre discusiones, comités médicos, etc, el resultado no está claro, pero tengo micrometástasis en uno...pero no me tienen que volver a operar ni me harán la linfadenectomía. Esto se soluciona con radioterapia.

Y ahora...vuelta a esperar para comenzar la radioterapia.

Y de tantos cambiar objetivos no me doy cuenta que el tiempo...ha pasado.

Desde hace una semana he dejado de usar los pañuelos que han acompañado a mi cabeza durante los últimos 6 meses y muestro al mundo mi poblada cabeza de pelo muy cortito, pero ya me muestro.

Y desde hace días he comenzado a maquillarme y ponerme pendientes (aritos como dice mi hermana). Y todo esto lo he hecho por ella, por mi hermana, para que no se fuera a Argentina con la imagen de su hermana con pañuelo, enferma de cáncer.

Aprendí de ella que tengo que mirar hacia adelante, a ser posible con un poquito de maquillaje y unos bonitos pendientes porque soy guapa -dicho por ella-, he superado una importante fase del cáncer y sigo aquí.

Me ha dicho que levante la cabeza, que muestre que me estoy recuperando, que mi cabeza es muy bonita y que no tengo las orejas grandes como yo creía.

Y por ella en eso estoy. Mis pañuelos están archivados y ha pasado el tiempo.

Pero no me reconozco en ese tiempo pasado. No me puedo creer aún que yo haya tenido o tenga (todavía no sé como decirlo) cáncer. No puedo creerme que haya pasado tanto dolor físico (pinchazos, pruebas, etc.), ni que haya pasado 8 ciclos de quimioterapia.

No puedo creer que me hayan operado, que yo tenga dos cicatrices que están cerrando en mi cuerpo.

Me cuesta verme a mi, habiendo pasado todo eso. Me cuesta, escuchar de médicos, amigos y familia, que yo soy fuerte.

Porque en el fondo de mi estoy aterrada. No es lo que muestro, no es lo que digo, no es ni siquiera lo que aparento, pero cuando me encuentro con mi almohada por las noches, no puedo creer que este tiempo me haya tocado a mi.

Y lloro, y vuelvo a llorar y llevo tiempo llorando. Pero luego, como si tuviera un resorte, vuelvo a levantarme y a sonreír. Es como una parte de mi estuviera destrozada y la otra estuviera loca por vivir.

Decir que ha sido el año más duro de mi vida me da miedo, porque es como decir, cual ha sido el amor más importante de mi vida.

Por lo general...siempre he dicho que el último porque los demás, ya los he olvidado. Pero con el cáncer...me da miedo decir que este año ha sido EL MAS DURO.

Ha sido un año para olvidar, pero cuando me enjugo las lágrimas recuerdo que tengo mucho que agradecer.

Lo primero, que estoy viva. Lo siguiente, que tengo una familia envidiable, que tengo pocos pero excelentes amigos. Que mi cuerpo me ha sorprendido a mi misma y ha aguantado como un jabato los envistes del tratamiento.

Y lo último, que tengo una oportunidad de vivir de otra manera, y que con los años, cuando mi cáncer esté curado podré y eso espero, mirar hacia atrás y reconocerme.

Y cuando me reconozca, entienda que esto sólo ha sido un mal período pero del que salí reforzada y con nuevos conocimientos que aplicar en mi nueva vida.

Hoy todavía no lo veo así. Pero con el tiempo lo veré, lo sé.

Porque el tiempo pone todo en su sitio.